Más que palabras - Palabras para vida eterna

DIOS NO SE OLVIDÓ DE TI

Más que palabras

Anuncia el evangelio cada día y, si es necesario, usa las palabras. Francisco de Asís

Se cuenta que, en una ocasión, Francisco de Asís invitó a un compañero a salir con él a predicar.

Más que palabras

Recorrieron las calles atestadas de gente y, en el camino de regreso, el amigo comentó: “Yo creía que íbamos a predicar pero no lo hemos hecho. ¿Por qué?”.

Franciscorespondió: “Hemos estado predicando todo el tiempo. Cuando nos insultaron aquellos jóvenes, les predicamos con nuestro silencio; cuando nos trataron mal en el mercado, predicamos respondiendo con cortesía; cuando llevamos el saco de ropa a aquella ancianita, predicamos con nuestra misericordia”.

Nadie duda de la importancia de predicar con palabras.

Hablar de Dios a quien no lo conoce, leer la Biblia a quien ignora sus verdades, usar la comunicación para llegar al corazón de la gente con el amor de Dios es y siempre será necesario.

Una palabra dicha en el momento oportuno y de la manera correcta puede abrir un corazón.

Pero lamentablemente, abundan tanto la mentira y la hipocresía, que las palabras están devaluadas.

Lo que se dice puede estar teñido de intereses, y por lo tanto perder toda efectividad cuando no encaja con lo que se hace.

Así, cuando descubrimos el trasfondo de las cosas, nos descorazonamos y tal vez sentimos el deseo de alejarnos de todo lo que suene a religión.

Dios nos dice: “¡Obedezcan el mensaje de Dios! Si lo escuchan, pero no lo obedecen, se engañan a ustedes mismos. […] Por el contrario, si ustedes ponen toda su atención en la Palabra de Dios, y la obedecen siempre, serán felices. […]

Si alguien se cree muy santo y no cuida sus palabras, se engaña a sí mismo y de nada le sirve tanta religiosidad. Creer en Dios el Padre es agradarlo y hacer el bien, ayudar a las viudas y a los huérfanos cuando sufren, y no dejarse vencer por la maldad”. (Sant. 1: 22-27, TLA).

Acabas de leer la fórmula del éxito en la predicación del evangelio y en la vida cristiana. Esa misma fórmula que en tan pocas palabras condensó Francisco de Asís.

Estudiemos la Biblia en nuestra soledad y transmitámosla a los demás mediante actos de bondad y misericordia, pero midiendo con sumo cuidado el número y la calidad de las palabras que empleemos.

Dicho de otra manera: actuemos más y sermoneemos menos.

“Creer en Dios el Padre es agradarlo y hacer el bien”. (Sant. 1: 27, TLA).


Tomado de: «Ante todo, cristiana»
Mónica Díaz - 4 de Enero