Haced resonar el mensaje - Palabras para vida eterna

DIOS NO SE OLVIDĂ“ DE TI

Haced resonar el mensaje

“Y el EspĂ­ritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”. Apocalipsis 22:17

Poco antes de su ascensiĂłn a su trono celestial, Cristo comisionĂł a sus discĂ­pulos para que fueran a todo el mundo como maestros de justicia...

Haced resonar el mensaje

Entre los creyentes que recibieron la comisiĂłn habĂ­a muchos que provenĂ­an de los más humildes caminos de la vida—hombres y mujeres que habĂ­an aprendido a amar a su Señor y que habĂ­an decidido seguir su ejemplo de servicio abnegado.

A esos humildes seres de talentos limitados, tanto como a los discĂ­pulos que habĂ­an estado con el Salvador durante los años de su ministerio terrenal, les fue dado el encargo de ir a “todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura”. Marcos 16:15...

A los miembros de la iglesia cristiana primitiva se les encomendĂł un sagrado depĂłsito. HabĂ­an de ser ejecutores de la voluntad por la cual Cristo habĂ­a legado al mundo el tesoro de la vida eterna...

Los creyentes de todos los tiempos comparten el legado entregado a los primeros discĂ­pulos. Dios desea que todo creyente sea un ejecutor de la voluntad del Salvador...

La labor abnegada del pueblo de Dios en lo pasado es para sus siervos de la actualidad una lecciĂłn objetiva y una inspiraciĂłn.

Hoy el pueblo de Dios ha de ser celoso de buenas obras, apartándose de toda ambición mundana y caminando humildemente en las pisadas del humilde Nazareno que anduvo haciendo bienes...

“El EspĂ­ritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven”.

Esta comisiĂłn de invitar a otros a que vengan concierne a toda la iglesia y se aplica a todo el que ha aceptado a Cristo como su Salvador personal...

Cada alma que ha oĂ­do la invitaciĂłn divina ha de proclamar el mensaje por valles y montañas diciendo a todo aquel con quien se relacione: “Ven”.

Desde el momento de la conversiĂłn los que reciben a Cristo deben convertirse en la luz del mundo.—The Review and Herald, 24 de marzo de 1910.


Tomado de: «En los lugares celestiales»
Ellen G White - 28 de Noviembre